lunes, 7 de marzo de 2011

Arturo Pérez-Reverte 2ª parte

Les voy a leer un diálogo que mantuvimos mi hija y yo hace unos meses.
Ante todo debo decir que yo sigo a este autor desde El Husar, hace unos 24 años.
He leído todos sus libros y por supuesto no he dejado de revisar su columna todos los domingos.

Para situarnos deben imaginarse a una madre y una hija leyendo tumbadas en la cama. Yo soy la madre.
La hija lee a Shopenhauer (esto es verdad, se lo han mandado en la Facultad) y la madre lee el Asedio.
Cuando nos preguntamos mutuamente sobre nuestros libros ella me contesta que el suyo le gusta y añade - ¿qué tal el tuyo?-.
- Pues mira, a este hombre le gustan mucho los soldaditos de plomo, que como bien sabes son bastante pesados. Y ahora, por ejemplo, le hado por medir con toesas.
-¿Toesas?-
-Unos dos Kilómetros.
Ya...- dice mi hija con recelo.
- Para que lo entiendas, te digo: al capitán Desfosseux se le exige una cobertura de alcance de tresmil toesas y con los medios de que dispone sólo alcanza dos mil trescientas. Es decir que le faltan 1.362  metros de los 5.838 que debería conseguir y  además  también tiene problemas con la trayectoria de las bombas, por el viento.
-Vamos, que no da una. Concluye mi hija.
- Más o menos. Más bien menos. Le digo.
Y sigo - Verás... ahora te voy a leer un par de frases que tienen que ver con los temas marítimos que también le gustan mucho. Mira lo que tienen que hacer estos hombre para robar una lancha:
“El cuñado Cárdenas y Mojarra saltan del muelle a la carbonera, destrincan la entrena y tiran de la ostaga para levantar aquella después de tomarle rizos al tercerol de la lona”.
-Vaya! ¿Pero esa gente sabe lo que tiene que hacer? Pregunta asombrada mi hija.
-Eso parece, contesto yo.
-Y todo el libro es así, madre?.
-No. Todo tiene sus compensaciones. Mira lo que dice el Mariscal Víctor, un francés muy peculiar y con muy mala hostia:
“Pues mire Desfosseux...tengo trescientas bocas de fuego de gran calibre apuntando a Cádiz, y la Fundición de Sevilla trabajando veinticuatro horas al día. Tengo mi estado mayor de artillería y lo tengo a usted; que según me aseguró el pobre Senarmont, que en paz descanse, es un genio de la teórica. He puesto a su disposición medios técnicos y autoridad... ¿qué más necesita para meterle bombas a Manolo por el mismísimo ojete?”
-Que bueno!!!!, ríe mi hija. ¿Y quién es Manolo?
-Manolo son todos los españoles, contesto.
El interés de mi hija es inagotable y vuelve a preguntar. ¿Pero el mariscal Víctor habla en francés, no?
- Sí claro, le contesto.
-¿Y cómo se dice ojete en francés?
-Ni idea, pregúntale al jefe.
-Y que más, mamá.
-Pues lo de la vela es mucho, la verdad.
-A ver. Dice interesada mi hija.
-Escucha, le digo: (no es textual. Lo digo como lo entiendo, o como no lo entiendo)
El capitán Lobo intenta escapar de un bergantín que quiere abordar su balandra. Y el autor nos explica en once líneas qué es lo que hace para que no lo cojan. Es decir: primero cubren el palo de la balandra con más lona, ésta gualdrapea y se inmoviliza embolsada, y los hombres que cazan en la cubierta la sujetan de la siguiente manera:  el foque volante alto y tirante en sus garruchos sobre el foque grande y la trinqueta, y por fin al velacho le toca ir braceado en su verga, sobre la cofa. Llegados e este punto la balandra  machetea la marejada y se inclina más a sotavento, y en consecuencia el barco se llena de agua hasta los imbornales.
Me mira mi hija sorprendida y dice: ¡Sublime! Y añade: seguro que la tripulación está hasta los imbornales de su trabajo. Ríe.
- Supongo, le digo.
La jovencita sigue inquisidora:  ¿y hay chica y sexo?
- Chica sí, sexo no.Contesto.
-¿Y eso? Pregunta.
-Pues porque ella es una chica como las de Jane Austen pero más dura.
- Vaya!...dice desilusionada.
- Bueno, realmente esa mujer es un hombre de negocios. Afirmo.
- Que horror!
- Sí. Un espanto. Digo con resignación.
Intervengo otra vez y le digo que también hay un comisario que habla francés y juega al ajedrez.
- ¿Un intelectual? Pregunta mi hija.
- Bueno yo no diría tanto...Le contesto. Pero está ávido de aprender.
- ¿Y hay asesino? Insiste de nuevo con otra pregunta.
- Sí, lo hay, y el comisario lo pilla.
- ¡Genial!. Se alegra mi hija.
- Sí, y por suerte el comisario cree en la justicia terrena, a palo seco. Le digo.
- Y por último te diré, miro a mi hija, que entre otros personajes que no he mencionado, aparece una señora que se llama Perejil.
- ¿Y eso?, se asombra mi hija.
- Pues porque está en todas las salsas. Supongo. Vamos, que es una cotilla.
Al cabo de unos días mi hija me pregunta qué me ha parecido el final.
- Jodido hija, como siempre.
- ¡Pero mamá! -dice- eso no es un libro, eso es una putada!
- Bueno- contesto- al menos me consuela pensar que cuando se muera nuestro perro seré capaz de  disecarlo y así se quedará entre nosotros.
Nada más, Muchas gracias.

El niño de Pe

Realmente no tiene mucha importancia que una señora tenga un hijo. Bueno, se supone que para su familia sí. Sobre todo para el padre, claro.
Pero resulta que cuando los progenitores son Penélope Cruz y Javier Bardem, la cosa cambia.
Se ha armado una buena, señores.
Y es que yo no sé que pasa con los niños de los famosos.
Pensad en Angelina Jolie, Madonna o Letizia. Esos retoños son adorados y no sólo por sus padres, lo cual es bastante preocupante.
Se siente por ellos una especie de veneración como si fueran niños diferentes. Pero en realidad eso es así porque los que son diferentes son los padres.
Desde luego, si nos paramos un poco a analizar el proceso del nacimiento del niño de Pe, podríamos llegar a la conclusión de que se trata de algo así como el alumbramiento de un mesías, Hollywoodiense, claro.
Todos lo esperaban y todos lo celebran.
Porque ya se sabe que la parafernalia que rodea el nacimiento de este niño ayuda mucho. Y me refiero a la de sus papis, que tienen mucha, desde que viven en Los Ángeles.